domingo, 27 de diciembre de 2009

Capítulo 6






Mentiras Necesarias



Matt




No he dormido en mi habitación. No estoy dispuesto a que él me vea así. Después de darme una paliza me he ido al bosque a pensar. ¡Pero que imbécil he sido! Debería de haberme dado cuenta que él es más fuerte que yo, de que lleva preparándose años. Yo solo llevo meses. He sido un irresponsable y lo he pagado. Pero la próxima vez no será así. Estaré preparado.
Sigo caminando por el bosque mientras empieza a amanecer. Hoy será un día caluroso, otro más. Mis días preferidos. Empiezo a correr, tengo que mantenerme en forma y esquivo los árboles. Cada vez soy más veloz y eso me favorecerá cuando vuelva a pelear. Revuelvo la cabeza confuso. No debería de obsesionarme tanto con derrotarle, Alex me lo dice constantemente, pero es que ese tío es insoportable. Por fin he llegado al lago, el famoso lago de “La luna roja” que está tan alejado del internado. Aquí es donde todos los alumnos celebran sus fiestas cuando no quieren que les pillen con alcohol. He asistido muchas veces, pero últimamente esto estaba más solitario. Yo he pasado aquí todo el verano, teniendo que aguantar la cara de Robert todos los días, y eso no ha hecho que nuestro odio mutuo se apagase sino que aumentase.
Pero bueno, ahora él ya no me importa tanto, tengo otras cosas en la cabeza, como Rachel. Ella ahora es lo que importa, y eso que solo la conozco de un día, pero su forma de hablarme, de sonreír, de actuar… todo lo que ella tiene me gusta. Luego está Alex, que sabiendo como es él, no creo que le haga mucha gracia. Pero bueno, no me he acobardado por esas cosas, ahora menos.
Me quite la camiseta y la dejé en una roca que está cerca de el agua. Un baño por las mañanas no hace mal a nadie y yo tengo esto por costumbre, así que me acerqué a la orilla y me tiré sin pensarlo dos veces.
El agua estaba fresca, pero no tan fría como la última vez. Pronto será de día por completo y tendré que volver para el desayuno. En estos momentos desearía que el tiempo se parara, desearía no estar en un internado encerrado, sino en un lugar más alejado de todo esto, libre. Cerré los ojos para hundirme en mis pensamientos, pero los abrí al instante. Alguien me estaba observando.
-¿Matt? ¿Qué haces aquí? –era la voz de una chica, y sonaba preocupada.
Me dí la vuelta para contestar, pero me contuve al ver que todavía tenía las marcas de mi pelea. Así que decidí contestar sin dejarme ver.

-Si, soy Matt. ¿Y tú? ¿Quién eres? –le pregunté. Quizá sonó un poco absurdo teniendo en cuenta que no la estaba mirando, pero no quería que nadie me viera así.
-Matt, ¿te encuentras bien? Soy yo, Rachel. –su nombre hizo que mi cuerpo reaccionara instantáneamente. Me giré para contemplarla. Llevaba un vestido corto y ella me miraba con cara de horror. ¿Tan mal aspecto tenía?
-¿Qué te ha pasado? –me preguntó conteniendo un grito.
Se acercó a la orilla para meterse en el agua, pero yo no se lo permití. Antes de que ella tocara el agua yo ya estaba fuera. Estaba empapado y semidesnudo, pero no me importaba. Rachel se llevó una mano a la boca cuando me vio. La peleaba no había durado mucho, pero me había marcado con varios cardenales, mientras que yo no había podido hacer nada. El inútil que había dentro de mí había podido con el luchador, y solo ahora me daba cuenta. Rachel me tocó la herida de la cara y yo hice una mueca. Todavía me dolía.
-Tenemos que curarte esto, o avisar a alguien para que… -Rachel se dio la vuelta dispuesta a irse pero yo le cogí la mano.
-No, no a vises a nadie –ella notó mi frustración y se quedó a mi lado.
Nunca me había dado cuenta de la falta que me hacía alguien a mi lado, alguien que supiera toda la verdad, y estuve tentado de contarle todo, pero me callé. Lo único que haría con eso sería ponerla en peligro, y no puedo ser tan egoísta.
Fuimos a sentarnos en unas rocas. Ella me miraba intensamente, pero yo no quería mirarla a la cara. Sería demasiado doloroso verme reflejado en ella, verme como un ser inferior, débil.
-¿Quién te ha hecho eso? –yo seguí sin mirarla a la cara. No podía permitir que ella mi mirara ahora, pues entonces mi batalla estaría perdida. Ella lo notó e intentó hacerme ver que no pasaba nada, que todo iba a estar bien. –Matt, ¡mírame! Estoy aquí para ayudarte, ¿vale? Quiero ayudarte. Pero si tú no me dejas, no podré hacer nada, ¿entiendes? Por favor, déjame. –no podía soportarlo más y le conté una parte de la verdad. Como había seguido a mi enemigo hasta enfrentarnos y como yo había perdido. Hubo detalles que me callé, y ella lo notó, pero sabía que esto era muy duro para mí, y que cuando estuviera preparado, se lo contaría. Teníamos las manos cogidas, y me di cuenta que cualquier persona que nos viera ahora, se imaginaría a dos novios, que se han escapado para estar juntos. Me reí en mi interior, mirando a la chica que me hacía sentir estas cosas. Era increíble como, solo conociéndonos de un día, había tanta complicidad entre nosotros. Cuando terminé de hablar me miró asintiendo y supe que ella me comprendía.
-Debes de hablar con alguien acerca de ese chico. –yo no le dije que fue Robert el que me hizo esto. Ese detalle era demasiado para ella.
-¿Hablar con alguien? Tú no sabes cómo es él, Rachel, -mi voz sonó dura, y al instante me di cuenta de que ella no tenía culpa. La miré, dispuesto a pedir perdón, pero ella me miraba enfadada.
-Mira, Matt. No tienes derecho a hablarme de esa forma, yo no tengo la culpa de que los tíos seáis unos brutos. Cuando te he visto he decidido ayudarte, pero ahora me lo estoy planteando. –Rachel se levantó, furiosa, decidida a irse.
-Espera –me levanté rápido para impedir que se marchara. Ella se dio la vuelta y me miró. –Lo siento, he sido demasiado duro contigo, y tú no tienes la culpa. Perdóname, soy un imbécil.
-Bien, tenemos que curarte eso. Voy a por algo que nos valga. No te muevas de aquí.
Rachel se fue y me dejó solo. Me duele la cabeza y no me encuentro bien. Estoy hecho una mierda.

Está amaneciendo, y pronto tendré que ir a desayunar, aunque no es la ilusión de mi vida que me vean así. Eso solo hará que Robert disfrute más y más y yo no se lo pienso permitir.
Pasaron diez minutos y Rachel no volvía. Quizá se habría cansado de esperarme. Contemplé la opción de irme, pero me di cuenta que si ella volvía y no me encontraba, su enfado aumentaría. Y yo no quiero eso.
Cinco minutos más y Rachel volvió. Llegó con una caja de primeros auxilios y no dijo nada. Se sentó a mi lado y empezó a curarme. Me dolían todas las heridas, pero no me quejé. Cuando ella terminó me miró preocupada, ya no había rastro de su enfado.
-Gracias, -le dije y me quedé callado mirándola. Es tan guapa. Llevaba el pelo recogido y me volvía a mirar intensamente. Mis cinco sentidos se concentraron en ella y me di cuenta que estábamos muy cerca. Unos centímetros más y nuestras bocas estarían juntas. Una sensación de calor me recorrió todo el cuerpo al imaginarme con ella entre mis brazos, mientras nos besábamos apasionadamente. Pero Rachel se apartó y empezó a recoger todo lo que había traído. Yo la ayudé.
-Creo que será mejor que volvamos –dijo ella. –Pronto será la hora de desayunar y mi hermano seguro que se dará cuenta. –con que era por eso. Por eso se apartó. Ahora lo entiendo.
-Yo me quedaré aquí otro poco, si no te importa.
-¿Tú solo? –Rachel estaba dudosa. Quiere quedarse, pero tiene miedo de que su hermano se de cuenta.
-Sí. Ya estoy bien. Déjame solo. –me giré contemplando la laguna y noté como ella se acercaba despacio.
-Si la culpa la tengo yo, por ser la imbécil que quiere ayudarte –me di la vuelta para mirarla mientras que ella ya se iba.
-¿Ya te vas? Veo que abandonas rápidamente. Especialmente cuando son casos perdidos como yo, ¿no?
Rachel se dio la vuelta y me miró con cara de asesina.
-No, para tú información no suelo abandonar a los casos perdidos. Solo abandono a aquellos que no se dejan ayudar. Como tú.
-¿Yo? Nadie te ha pedido ayuda, bonita.
-¿Sabes qué? Te mereces lo que te ha pasado. Así, la próxima vez quizá pienses las cosas.
-¿Eso es lo que crees?
-Sí.
-¡Tú no sabes nada!
Me di la vuelta para que ya se pudiera ir tranquila pero siguió detrás de mí.
Aunque no la vi hacerlo, Rachel suspiró. ¿Quién entiende a las mujeres? Yo no. Pero no podía estar haciendo esto. Me había pasado con ella.
Me di la vuelta para poder mirarla. En realidad no quiero que se vaya pero si se va, quizá las cosas cambien entre nosotros. Cuando miré ya no había nadie. Rachel se había ido mientras yo pensaba en mí mismo y en mis tonterías.
Me levanté rápidamente. Rachel no puede estar muy lejos, solo he estado pensando unos minutos. Mientra corría me vinieron a la cabeza un montón de pensamientos, de ideas sobre Rachel.
Quizá ahora la había cagado definitivamente y ella no volvería a hablarme en la vida. Y lo peor es que ella tendría razón. Corrí más deprisa, de camino otra vez al internado. No me importa que mis compañeros me vean las heridas, ya no me importa nada.
-¿Dónde vas? Creía que querías estar solo… -Rachel apoyada en un árbol y tenía los brazos cruzados. Si las miraras mataran, yo ya estaría muerto.
Levanté las manos en señal de tregua y ella se acercó.
-¿Podemos hablar? Sé que he dicho cosas muy feas. Cosas que no eran verdad. Por favor, Rachel…
-Mira, Matt, no sé lo que te ha podido pasar antes de que yo llegará, pero me gustaría que lo olvidaras. No soy nadie para decirte nada, y nos acabamos de conocer… pero sé que me importas. Yo también he dicho cosas que no me gustaría repetir. Así que, ¿por qué no olvidamos esto, por favor? Lo siento, ¿vale?
-No tienes porqué pedirme perdón, Rachel. Yo he sido el imbécil y el estúpido…
-Olvidemos esto, ¿bien? Yo solo quiero… solo quiero… -me acerqué más a Rachel y la besé. Quizá ella quería otra cosa, pero yo lo necesito, necesito su apoyo.
El beso fue intenso, ella apoyó sus manos sobre mis hombros mientras que yo la cogí por la cintura. Nuestros cuerpos estaban unidos mientras su olor me envolvía como una manta y juntos nos fundíamos en un beso que duro segundos, pero para mí fueron horas. El tiempo se había parado.
Rachel se apartó de mí con una sola idea en los ojos: Alex.
Ese chico que es mi mejor amigo y que es su hermano.
-Alex….
-Lo se, Rachel. Alex es tu hermano y…
-… y tu mejor amigo –terminó ella por mí.
-Pero él seguro que comprende… -Rachel me puso un dedo en la boca, como señal de que me callara pero yo se lo quité. –No quiero que nadie rompa este momento. Llevo deseando hacer esto desde que te vi.
Volví a besarla y ella me devolvió el beso con necesidad. Sus labios estaban hechos para los míos. Ahora lo tenía claro.
El tiempo volvió a pararse y ella no hizo nada para que se volviera a la normalidad. Durante una hora estuvimos paseando cogidos de la mano, hablando de todo pero de nada en particular. Había momentos en los que me perdía en su mirada, en los que solo existía ella y nadie más. Pero toda es magia se esfumó cuando me preguntó por mi familia.
-Eh, mi madre vive en Madrid. –dije ladeando la cara hacia la laguna.
-¿Y tú padre?
-Murió cuando yo tenía unos meses. Un accidente de coche.
-Oh, no lo sabía. No tenía que haber sacado el tema. Lo siento, Matt, yo…
-Shhh, no pasa nada. Todo el mundo lo sabe, no pasa nada de verdad. –aún así, ella me cogió la mano en gesto de apoyo. Había vuelto a mentirle, aunque de algo estaba seguro: para mí, mi padre está muerto.
-Deberíamos volver, Matt. Alex se va a dar cuenta de que faltamos los dos y se va a imaginar que estamos aquí.
-¿Por qué te preocupa tanto lo que opine tu hermano de esto? Yo creo que…
-Porque apenas nos conocemos, Matt. –me interrumpió ella. –Un día y ya estoy haciendo estas cosas con alguien que casi es un desconocido para mí.
-Dime, ¿sientes que yo soy un desconocido? –la miré a los ojos y pude ver la confusión que había en ellos.
-No. Contigo es como si te conociera desde siempre, pero aún así…
-Aún así nada, Rachel. –me acerqué a ella y la besé. –me siento bien cuando estoy contigo, ¿eso es lo que Alex no va a entender? ¿No va a entender que me guste estar contigo? No lo creo.
Ella le tenía miedo a otra cosa, en sus ojos se percibía el cambio.
-Entonces, ¿qué es lo que va mal? Puedes confiar en mí. –continué yo mientras la abrazaba.
-No sé, Matt, en realidad no lo sé. –Rachel se apartó y miró hacia otro lado.
-Pues aclárate. Me has devuelto el beso. Ese beso que llevo deseando desde que te vi por primera vez. Alex me había contado muchas cosas alucinantes sobre ti pero todas se quedan en nada comparado con la realidad.
-Matt, tú me gustas, me gustas mucho, pero las cosas no son tan fáciles…
-Las cosas no son fáciles porque tú las complicas. ¿Quieres hacerme caso a mí? No pienses, solo mírame –ella me hizo caso y en sus ojos puede ver otra vez esa luchar, pero también vi las ganas que tenía de hacerme caso y de olvidarse de su hermano y todos los demás.
Me acerqué a ella y la volví a besar. Está vez el beso fue tierno, confuso, pero precioso.
Mis manos rozaban sus caderas, mientras que ella jugaba con mi pelo.
Atraje su cuerpo al mío y los dos chocaron como imanes.
Nuestros besos habían pasado de ser tiernos y dulces a trasmitir ondas de calor.
Pasados dos minutos, Rachel me miraba intensamente. Ya le sonreí, intentando trasmitirle seguridad.
-Sabes que esto puede acabar tremendamente mal –dijo ella.
-Sí, pero no me arrepiento de nada.

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