sábado, 19 de diciembre de 2009

Capítulo 4






Encuentro amargo

Rachel

El director estaba a punto de subir al escenario cuando el sol daba fuertemente en las ventanas. Aunque hacía calor, todavía quedaban varias semanas para que empezara el mal tiempo, una ligera capa de aire fresco se hizo notar en el salón de actos. Había muchas voces por detrás de nosotros, y eso que estábamos casi al final, pero decidí no mirar y concentrarme en mi mesa. A mi derecha tenía a Carlota, que miraba al frente como si no estuviera. Enfrente de mí estaba Matt, que jugueteaba con su collar. De vez en cuando nos mirábamos (en realidad, nos comíamos con la mirada), pero teníamos que parar, ya que mi hermano estaba al lado de Matt hablando con otro chico que me habían presentado. Su nombre es Enrique y charlaba animadamente con mi hermano sobre el equipo de fútbol. Por lo que tenía entendido, Enrique era un defensa magnífico. La verdad es que tenía un cuerpo digno para un defensa. Era muy alto y musculoso, con unas piernas y brazos fuertes. Es castaño y tiene los ojos marrones claros y su cara transmite tranquilidad, aunque no te gustaría tenerlo de enemigo. Narcisa estaba a mi izquierda, mirando a todas partes, pero a ninguna en concreto. Me parecía una gran casualidad que las chicas con las que había hecho amistad fueran las que se juntan con mi hermano y sus amigos, aunque según me habían contado, todavía faltaba alguna que otra. En ese momento apareció una chica a nuestro lado, que iba muy derecha a otra mesa donde no había nadie. Ella es rubia, con unos ojos verdes muy bonitos. Es muy flaquilla, pero es guapa. Iba seguida de otras chicas que intentaban alcanzarla. En su cara se podía adivinar que no estaba muy contenta.
-¿Qué le habrá pasado a Natalie? –preguntó Matt con interés mientras miraba a la chica rubia. Ahora ya sé que su nombre es Natalie.
-Seguro que ha peleado con su novio, como siempre. –Ahora la que hablaba era Narcisa, -Pero esta tarde les volveremos a ver enrollándose sin que les importe un comino quien les mira, así que no será para tanto.
-Nunca había visto a Natalie tan mal, -le contestó Matt.
-Tú siempre has visto a Natalie mal, Matt. Siempre que pelea con Robert la ves mal. Ya es vicio, Dios. –dijo Carlota mirándole.
-Ella tiene razón, Matt. Déjalo ya, -era la primera vez que Alex entraba en una conversación en la que Carlota también estuviera involucrada. Ella miró a mi hermano, y otra vez las chispas empezaron a fluir a su alrededor. Y yo en medio de los dos. ¿Yo no podía coquetear con Matt, pero él si podía hacerlo con Carlota? Esto es injusto.
-Vosotros también deberíais de dejarlo ya. Dais repulsión solo de ver como os estáis mirando. –Matt me miró a mí y me guiñó un ojo. Algo dentro de mí se movió. –Además, lo de Natalie y yo es pasado, -vale, entre Natalie y él había habido algo. Eso me fastidiaba, porque yo no estaba al alcance de una rubia, delgada y guapa. Pero él me había guiñado el ojo a mí. Aunque él se había preocupado por ella… ¡Para, Rachel! Tus estúpidos celos no tienen sentido, Matt y tú no estáis juntos.
-¿Qué estas diciendo, capullo? –le preguntó mi hermano saliendo con su encanto natural.
-¿Yo? Nada, hermano, nada. –Matt se rió de que Alex fuera tan corto y continuó jugando con su collar. Cada vez me gustaba más.
En ese momento el director subió al escenario y todo el que estaba hablando se calló. Un silencio sepulcral vagaba por el salón de actos. Julio Deblash fue el que lo rompió.
-Queridos alumnos del St. Gaifen, me alegra poder decir que este año también estaremos juntos. Como he podido ver, la mayoría de los alumnos ya habéis llegado, de lo que estoy muy orgulloso. Me encanta que decidáis llegar con tres semanas para instalaros. Bueno dejemos ese tema, -su expresión amable dio paso a otra mucho más seria y distante. –Otro curso se presenta ante nosotros. Otro curso en el que me he propuesto metas que tengo que cumplir. Me temo que vosotros deberéis de hacerlas posible. Estoy cansado que cada año, algunos alumnos –su mirada voló hacia nuestra mesa y hacia otras cuantas. Nosotros somos los malos, -estropeen todo mi trabajo. Este año espero y exijo respeto y disciplina, pues para eso estáis aquí. No para hacer el gandul. –Su mirada volvió a recorrer las mismas mesas.
Esta vez me giré un poco para ver quien estaba detrás de nosotros, en la mesa que se situaba a unos escasos pasos a la derecha y me quedé paralizada. El chico misterioso. Él miraba hacia el frente, donde estaba el director, mientras hablaba bajito con un chico que estaba a su lado. Sus ojos azules brillaban y su pelo, tan negro como recordaba, se movía gracias al aire inesperado que había pasado por la ventana. Su cara perfecta no dejaba traslucir ningún sentimiento, solo el de indeferencia. Se giró hacia donde estábamos, y se encontró con mi mirada. Nos estábamos mirando. Su expresión de indeferencia se cambió por una sonrisa. Me estaba sonriendo. Yo le devolví la sonrisa, mientras el señor Deblash continuaba hablando. Aunque lo que decía me importaba bien poco. Lo había encontrado. El chico misterioso también se acordaba de mí, y no había sido un sueño como yo había creído. Su mirada recorría todo mi cuerpo. Desde mis ojos marrones hasta la punta de mis pies, pasando, sobretodo, por el contorno de mi cuerpo. Él me estaba examinando, aunque yo también hice lo mismo. Cuando ambos terminamos, volvimos a mirarnos. Él me guiñó un ojo y yo le sonreí. Carlota me dio un codazo, mientras me decía en voz baja que mirara para adelante. Pero yo no le hice caso, estaba demasiado ocupada coqueteando a distancia con “mi chico misterioso”. Carlota siguió mi mirada y, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, hizo que yo la mirara.

-¿Se puede saber que haces coqueteando con “ese”? –su voz casi no sonaba.
-¿Lo conoces? –le pregunté interesada.
-¡Pues claro! Es Robert Deblash, cariño. –su nombre hizo que me pusiera nerviosa. ¿Con que Robert? -El hijo del director. Un imbécil hasta más no poder. Yo que tú pasaba de él y me centraba más en Matt. Él si vale la pena. Robert no. ¡Si se enterara tu hermano!
-¿Qué tiene que ver mi hermano en esta conversación? –le pregunté guiñándole un ojo.
-No estamos hablando de eso, Rachel. Ahora cuéntame qué narices haces coqueteando con el capullo del internado.
-Ya te lo conté. Nos conocimos, aunque él no me dijo su nombre. –una sonrisa iluminó mi cara, y Carlota me miró descontenta.
-Robert, no. Cualquier otro chico menos él. Matt no hace más que mirarte. Dime la verdad, ¿te gusta Matt? –la pregunta que yo llevaba haciéndome todo el día.
-Sí, Matt me gusta.
-Pues ya está, Rachel. No le des mas vueltas a la tortilla y deja de mirar a Robert.
-Vale, lo haré si me das razones. –este juego me gustaba. Así conocía más cosas del chico misterioso.
-¿Has visto como ha venido Natalie a sentarse en esa mesa? –me indicó con la cabeza a Natalie. Asentí. –Pues eso es culpa de Robert. La tiene fatal con el tema de su relación. Aunque pronto volverán. Ahí tienes dos razones. Así que, querida, déjalo ya. –quizá ella tenía razón, pero él también me gustaba. No solo existía Matt en estos momentos. Además, Matt y yo no estábamos juntos. Solo nos conocíamos de unas horas.
-Vale, tú ganas. Pero solo por ahora. –me volví y le guiñe un ojo a Robert, que seguía mirándome. El captó que este no era el momento ni el lugar para conocernos. Además, Carlota no debía de darse cuenta.
Volví a mirar al frente. El director acababa de terminar su discurso y todo el mundo aplaudía. ¿Con que ese era el famoso y odioso Robert Deblash? A mí me había parecido muy sexy y misterioso.
Todo el mundo aplaudía y gritaba. Empezamos a movernos a todas partes. Unos salían por la puerta de atrás, derechos hacia los jardines, mientras que otros se iban por la puerta que conducía al interior del internado. Intenté que todo pareciera un accidente. Me separé de mi grupo, buscando a mi chico misterioso. Para mí, esa última mirada había dicho: nos encontramos después. Y yo estaba dispuesta a encontrarme con él, solo para comprobar si era cierto lo que decían.
Cuando creí que estaba lo bastante separado de mi grupo, miré hacia atrás para asegurarme que les había dejado atrás. Mi hermano estaba mirando a Carlota, mientras esta hablaba con Narcisa. En los ojos de Alex pude ver algo que nunca había visto. ¿Amor, quizá? Su sonrisa le delataba. La miraba con deseo, con pasión, pero también con ternura. Me pregunto que habrá habido entre ellos antes de que yo llegara. Porque estaba claro que algo había, y que no era cosa de ahora.
He visto a Carlota hablar de mi hermano una vez y aunque la conozco de poco, sé que intenta evitarle. Es como, como si… ¿Cómo si le tuviera miedo? Pero no a Alex, sino a lo que ella siente. Sí, seguro que era eso. Debía de percatarme de preguntárselo la próxima vez que estuviéramos solas. Ahora tenía otra cosa que hacer muy importante: encontrar a Robert.
Su nombre en mi mente me hacía sentir diferente. Como si todavía no me creyera que él era real. En ese momento me paré en seco. ¿Y sí él no acudía? Mi estúpida inseguridad se volvió a apoderar de mí, como tantas veces había hecho. En estos momentos, mi cerebro se apoderaba de ideas pesimistas y no me dejaba pensar como yo siempre lo hacía. Yo nunca he sido insegura, siempre tuve claro lo que quería. Menos cuando entrábamos en términos de “amor”. Ese es mi mayor temor. Siempre he tenido miedo al amor, y cuando creo que estoy a punto de descubrir esa magnifica sensación, me pasa esto y dejo las cosas a medias. Pero esta vez no puede ser así. Tengo que lograr alejar de mí este miedo enfermo, esta sensación de que todo va a salir mal. De que nada es cierto, que es algo de mi mente, que quiere meterme otra vez otro gol.
Aunque esta vez fue diferente. Me acerqué a la puerta que conducía al exterior, por una vez segura de que había conseguido hacer parar la extraña sensación de inseguridad.
Y desapareció. Todo lo malo que había sentido desapareció como si, por fin, por una vez, había podido ganar la batalla.
La gente empezaba a separase y la sensación de agobio que había en el aire despareció. Todo el mundo tenía ideas de qué hacer en ese momento, e incluso yo, que había estado tan insegura hasta ese momento, tuve una ligera idea de lo que estaba haciendo.
Llegué hacia la terraza que daba a los jardines. Se suponía que él allí me vería, ¿no?
Pero pasaron diez minutos, y veinte, y él no apareció.
Me había dejado plantada.
¿O es que se había burlado de mí?
Quizá ni se había dado cuenta que yo quería verle y que quería que nos viéramos al salir.
Lo único que sé es que me quedé allí sola, llena de rabia, como si me hubieran dejado plantada como a una estúpida.
A lo mejor ya había hecho las paces con su novia rubia y se estaban dando el lote por ahí.
Preferí dejar de pensar en lo que había pasado y en el ridículo que él me había hecho pasar. Debí de hacerle caso a Carlota cuando dijo que Robert era un capullo, porque llevaba todo la razón. Pero tenía que comprobarlo por mí misma. Una palabra recorría mi cabeza: tonta, tonta, tonta y tonta.

2 comentarios:

MCHZ dijo...

OH!! pero porrrr qué no vino Robert!!! Estoy segura que tiene una razón...

María_Reyes dijo...

Si que la tiene, si....xD

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