lunes, 19 de octubre de 2009

Capítulo 2

















Nuevas amistades

Rachel




Mi habitación estaba ocupada por otras dos chicas. La primera que yo conocí se tenía un nombre muy raro. Se llama Narcisa. Sé que estuvo muy mal por mi parte, pero cuando me dijo su nombre, me quedé con la boca abierta sin darme cuenta.

-No te preocupes. Cuando lo digo, todo el mundo reacciona igual.-dijo ella sonriendo.
-¿Sí?
-Sí. No te preocupes. Hay personas que hasta se ríen. La verdad es que no me importa. Aunque claro está que mi nombre no me gusta. Mis padres me lo pusieron porque les gustan mucho los narcisos. Ellos son una especie de hippies con dinero que no trabajan y deja a su hija en el internado más pijo de toda Europa. ¿Qué irónico, no?

Narcisa es una chica rubia de ojos verdes. Sale con mi hermano y, la verdad, le conoce bastante bien. Tiene el pelo liso y una belleza muy natural. La verdad es que es bastante guapa. Tiene un cuerpo esbelto, ni alta ni baja y lleva puesto el uniforme del instituto.

-¿Ya te has puesto el uniforme? ¿Es que para ir a comer se necesita? –pregunté yo al darme cuenta de que lo llevaba puesto.

El uniforme del St. Gaifen estaba compuesto por una camisa blanca, un chaleco azul claro con rayas blancas y una falda corta azul marino con rayas rojas. La verdad es que era elegante.

-No, para comer no hace falta. Solo me lo estaba probando por si acaso no me venía. ¿Has mirado a ver si ya han dejado el tuyo? –me preguntó ella mientras se quitaba el uniforme.
-Tienes razón, debo de mirarlo. –en ese momento me vino a la mente otra vez el misterioso chico (en realidad no me lo había quitado de la cabeza desde ese momento) y se me ocurrió que podía preguntarle a Narcisa acerca de él.

Mientras miraba a ver si mi uniforme estaba donde Narcisa me había indicado, pensaba en como explicarle lo que había pasado. Al final decidí que debía de contárselo, no perdía nada si no le contaba lo que había sentido, solo por si acaso.

-Sinceramente, chica, no se quien puede ser. Hay muchos chicos morenos con ojos azules guapos por aquí sueltos. –dijo ella mientras me miraba con esa mirada intensa.
-Pero no tan misteriosos y extraños. –le dije yo.
-Ni tampoco muchos que se te metan en la cabeza con ese chico a ti, ¿verdad? Ahora sé en que te pareces a tu hermano, si se os mete algo en la cabeza, no sois capaces dejarlo escapar, -eso me recordó algo. Matt.

Después del encontronazo con el chico misterioso no había vuelto a pensar en el chico castaño. Eso si que era extraño. A ver, conocía a Matt desde hace unas horas, pero es como si ya fuéramos íntimos amigos y desde que le había dejado no había parado de pensar en su sonrisa, tan cálida y bonita, hasta que apareció el chico misterioso. Eso había hecho que mi curiosidad por su identidad secreta aumentara. ¿Cómo podía alguien consumirme con ese secreto, ese simple y tan común secreto? Yo odio los secretos. En ese momento, alguien llamó a la puerta.

-¿Sí? Adelante –dijo Narcisa sin ni si quiera mirar a ver quien aparecía por la puerta. Esperamos unos segundos y nadie entró, pero si se oyó una voz.
-Narcisa, soy el director, ¿está ahí la señorita Stuart? –preguntó desde fuera. Narcisa me miró muy extrañada mientras me preguntaba con un leve gesto si sabía quien era la señorita Stuart. Yo le dije con un gesto que era yo y ella me dijo en voz baja que le contestara.
-Sí, estoy aquí, -le dije mientras miraba a Narcisa sin saber qué pensar.
-¿Puede salir, por favor? –preguntó desde fuera.
-Sí, voy.

Abrí la puerta de mi cuarto y salí afuera. El señor Deblash estaba esperándome, con cara impaciente, que intentó disimular cuando aparecí ante él. No lo consiguió.

-Ya veo que se ha instalado muy bien, señorita Stuart. –dijo el director mientras que intentaba sonreírme. Parece que esto no se le da muy bien.
-Sí, muchas gracias.
-¿Ya has conocido a Narcisa y a Carlota? –preguntó con una luz de curiosidad en los ojos.
-A Narcisa sí, pero a Carlota no, -le contesté.
-Bien, espero que haya sido amable contigo. Narcisa no es mala muchacha, aunque se deja influenciar demasiado por tu otra compañera de clase, Carlota. Ten mucho cuidado con ella. Tus padres me han hablado maravillosamente de ti, y me han dicho que te cuide como si de ellos mismos se tratara. Yo soy un mandado, y por eso te advierto que Carlota es muy impulsiva, y aunque Narcisa se haya portado contigo bien ahora, cambia mucho cuando está su amiga delante, así que ándate con cuidado.
-No se preocupe. No soy de las personas que se dejan llevar con facilidad. –esto me estaba empezando a extrañar. ¿Este hombre que siempre ha tratado fatal a mi hermano se está portando bien conmigo solo por mis padres? Estoy segura de que hay algo detrás de esa capa de amabilidad.
-Por eso te he puesto en esta habitación, Stuart. Sé que, tanto Narcisa como Carlota pueden aprender muchas cosas de ti. Había esperado que mi hijo Robert nos acompañara en esta conversación, para que así lo conocieras, pero no sé donde está. Aunque ya habrá tiempo de sobra para presentaciones.

Estuvimos hablando un rato más, hasta que Carlota llegó. Cuando llegó, el director se despidió y nos dejó solas. Carlota es una chica muy guapa. Morena con ojos azules. Es bastante alta, un poco mayor que yo y tiene un físico 10. Narcisa y Carlota se conocen desde siempre, las dos entraron con cinco años al internado y siempre han estado juntas. En los pocos minutos que estuvieron hablando, no pararon de discutir.

-Este año, nuestro tutor va a ser el Buitre –objetó Carlota.
-¿El Buitre? ¿Has perdido el poco juicio que te quedaba? El Buitre está demasiado ocupado con todos lo problemas que su hijo ha causado durante el verano. Y luego está todo lo que tiene que ver con el internado y todo eso. Es imposible. –Narcisa parecía muy convencida, aunque Carlota lo parecía aún más.
-Entonces, según tú, ¿quién va a ser este año? –le preguntó Carlota.
-Pues yo creo que va a ser el señor Berckins, pues sabe mantener a raya a todo el que se revoluciona. –explicó Narcisa.
-Sabes perfectamente que el Buitre es mejor en eso, y teniendo en cuenta que somos la peor clase de todos los tiempos…
-A ver, ¿por qué estás tan segura? Da razones –le exigió Narcisa.
-Una de ellas, porque somos los más malos. Pero la más importante es porque el peor de todos nosotros es Robert. Seguro que su padre va a querer tenerlo controlado, y ahora que él puede darnos clase y ser nuestro tutor, no va a perder la oportunidad.
-Sabes perfectamente que al Buitre le da igual ser el tutor de su hijo. Él se centra en su trabajo. Además, puede tenerlo controlado sin ser nuestro tutor. Y él pasa de su hijo, solo le importa por todo lo malo que hace. -le dijo Narcisa dándose la vuelta para ver como Carlota se sentaba en su cama.
-Ya, claro. Por eso él ha salvado tantas veces a Robert. Quiere tenerlo controlado, por la cuenta que le tiene, vamos.
-¿Quién es el Buitre? –pregunté yo. No tenía ni idea de quien era el Buitre. Las dos se dieron la vuelta a la vez para mirarme, mientras yo terminaba de cerrar la maleta. Ya había colocado la mayor parte de la ropa que me había traído.
-El Buitre es el director del internado, el señor Deblash. –contestó Carlota.
-Y el tal Robert imagino que será su hijo, -dije, concluyendo con mis especulaciones.
-Exacto, -dijo Narcisa mientras miraba el reloj. –Ya es hora de ir a comer, así que debemos de bajar. Vamos, chicas.

Las tres empezamos a prepararnos para ir a comer, mientras Carlota me indicaba cual era mi cama. Había tres camas en la habitación y ellas me contaron que siempre habían dormido las dos solas. Carlota era la que dormía más a la derecha, Narcisa en el medio y mi cama estaba justo al lado de la puerta, a la izquierda.

La habitación no estaba nada mal. Era bastante más grande de lo que me imaginaba. Había tres camas bastante grandes. Las paredes eran de un color sepia bastante bonito, y había un ordenador con conexión a Internet, una mesa de escritorio y una silla de ordenador. También había una pequeña estantería con libros, que por lo que pude observar, eran de asignaturas que probablemente tendré que dar estando aquí. La puerta que daba al pasillo era de madera blanca y tenía un extraño dibujo pintado en el medio. Había un teléfono fijo en la mesita de la cama de Narcisa. Mi cama tiene un edredón violeta, muy bonito; el de Narcisa es verde claro y el de Carlota azul con cuadritos blancos.

De repente, llamaron a la puerta.

-¿Quién es? –preguntó Carlota.
-¿Está Rachel? –preguntó mi hermano Alex desde afuera.
-Sí, pasa. –dije mirando la puerta.

Alex abrió la puerta y nos muestra una sonrisa. Parece contento. Viene con una camiseta azul marino y sus vaqueros favoritos.

-Un poco más y no encuentro tu habitación. Esta muy lejos de la mía. –dijo Alex.
-La tuya es la que está lejos, Alex. –dije yo. Era cierto, era una de las últimas. Me había explicado que cuando llegó aquí y tuvo que buscar su habitación, se le hizo casi de noche.
-Si tú lo dices… Bueno, vamos al caso, ¿tienes tú mi cepillo de dientes, Rachel? Lo he estado buscando y no lo encuentro por ningún lado. –Alex se rió de sí mismo, como hacía constantemente. En ese momento miró hacia donde estaban mis compañeras de habitación. Parece que no se había dado cuenta de ellas también estaba allí.
-Hola, Alex. ¿Con que esta es la famosa Rachel? –dijo Narcisa. Pero él no le hacia caso. Estaba demasiado ocupado observando la minifalda que llevaba Carlota. Ella también le estaba dando un buen repaso, y Alex terminó parándose en sus ojos y estuvieron casi un minuto mirándose sin parar. Narcisa me miraba a mí, con las cejas alzadas, como si eso fuera lo más normal del mundo entre ellos. Cuando Carlota se dio cuenta, apartó la mirada y empezó a buscar algo en su mesita.
-¿Lo tienes o no? –Alex volvió la mirada hacia mí.
-He desempaquetado todo esto, -dije yo, con voz graciosa, -y no he encontrado nada que te pertenezca. –Le miré, haciéndole saber mis pensamientos. Él captó mi mirada al instante. Siempre habíamos tenido es conexión, aunque Alex me “envió” en respuesta un no rotundo. No me lo creí.
-Vale, me voy entonces. Adiós Narcisa –dijo sonriéndole a Narcisa. Entonces se paró en Carlota. Esta, ni le miró. Alex hizo un gesto de asentimiento y se fue por donde había venido.

Cuando Alex cerró la puerta, tanto Narcisa como yo nos quedamos mirando a nuestra compañera. Ella, al principio, hizo como si no lo supiera, pero luego nos miró.

-¿Qué? ¿A pasado un ángel o algo así? –dijo con mala gana.
-Sí, un ángel llamado Alex al que te has comido con la mirada, aunque yo diría que ha sido recíproco. –me reí del absurdo comentario de mi compañera mientras esperaba una contestación por parte de Carlota.
-Mira, Narcisa, no te tumbo de un golpe porque no quiero que nuestra nueva amiga se lleve una impresión equivocada sobre mí. –dijo Carlota mientra le lanzaba una mirada asesina a Narcisa.
-¿Me vas a matar por decir la verdad? Si es así, moriré por ello. –Narcisa me guiñó un ojo y salió corriendo para mi cama. Carlota saltó por la cama de Narcisa y nos alcanzó. Esta batalla entre las dos amigas terminó con las dos en el suelo, fuera de mi cama y yo riéndome por haberlas ganado.
-Vamos, anda, antes de que os vuelva a ganar a las dos y no podáis volver a comer en vuestra vida.

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