martes, 6 de octubre de 2009

Primer Capítulo de Mundos Paralelos 1: Amigos y Enemigos


Ya está aquí el primer capítulo de Mundos Paralelos

Espero que os guste!






Vida nueva

Rachel

Las primeras luces del día asomaban por el horizonte. Estaba despertando de mi sueño y noté algo en el hombro; era Alex que, apoyado en mí, dormía placidamente. No podía moverme, ya que no quería despertar a mi hermano que estaba muy cansado después del largo viaje desde California hasta Londres, pero todavía podía mirar por la ventanilla. Cada vez había menos oscuridad y al fondo se divisaba algo, algo muy grande. No quería saber que era ese algo, pues la amenaza de estar cerca de mi destino me aterraba y a la misma vez tenía curiosidad hacia de el lugar que a partir de ahora iba a ser mi casa. Mi hermano empezó a abrir los ojos y el chofer se dio cuenta que ya habíamos despertado. Nuestro conductor es un hombre de unos cuarenta años, moreno y con el pelo un tanto canoso. Tiene unos ojos muy bonitos, verdes y aparenta ser simpático. Hasta ahora se había portado muy bien con nosotros. Su nombre es David, y es el cochero oficial del internado St. Gaifen, uno de los más prestigiosos colegios de toda Europa.

Alex se levantó y miró hacia su alrededor mientras el coche paraba delante de unas grandes rejas blancas. Delante de nosotros se podía vislumbrar algo gigantesco y magnífico que emanaba luz propia. La entrada estaba cerrada, como era de esperar, pues todavía no había amanecido por completo. El lugar, por así llamarlo, pues no puedo encontrar palabras para describirlo, estaba totalmente en silencio.
Mientras las primeras luces del día aparecían tímidamente, mi hermano y yo bajamos del coche.

Sinceramente, no era lo que me esperaba.

Una gran entrada nos estaba llamando a gritos. El suelo de mármol, blanco y brillante nos invitaba a pasar. Nada de esto es cierto. Es imposible. Solo el suelo me había dejado en estado de coma cuando alcé la vista hacia el horizonte, fue entonces cuando casi me da un infarto. Lo único en lo que pensé cuando vi ese edificio fueron palabras como castillo o palacio, pero ni si quiera un palacio podía ser igual que aquello. Por un momento olvidé todo el rencor que les tenía a mis padres, incluso por un momento olvidé que mi hermano y que el cochero me observaban.

Durante los meses anteriores a mi encarcelación en ese sitio, mi hermano, que pasaba todo el verano en casa, me había hablado mucho acerca de su hogar. Él llevaba allí unos dos años, desde que mi padre se enteró que se acostaba con su maestra. Cuando vio lo magnífico que era ese lugar decidió llevarme a mí también. Pero yo nunca creí en las maravillas que escondía aquel lugar y de las que mi hermano no paraba de hablar. Él nunca había sido un chico al que le gustar estar encerrado, por lo que supuse que se había vuelto loco de remate al entrar en ese lugar, pero ahora me daba cuenta de que quizá podría llegar a gustarme.

-¿Qué? ¿Qué te parece? Has puesto la misma cara de pasmo que puse yo cuando lo vi por primera vez. –Dijo mi hermano a mis espaldas, -e imagino lo que estarás pensando. Simplemente alucinante.
-Yo diría que es algo mas que eso, -le respondí sin mirarle, pues tenía la vista en otras cosas, como en el gran edificio que parecía tan lejos, aunque la realidad era diferente.

El jardín que antes me había parecido tan enorme, no lo era ahora. Simplemente había sido la belleza de ese lugar la que me había cautivado, pero no tenía un jardín tan grande como yo me hubiera imaginado. Aunque seguía siendo maravilloso.
Cada vez había más luz, y ya podía contemplar con más claridad todo. El gran edificio donde se suponía que iba a vivir a partir de ahora era un edificio normal, pero lleno de magia, envuelto en un aura especial, llena de luminosidad. Conforme nos acercábamos, podíamos contemplar un gran palacio de tres pisos, con grandes ventanas. Las paredes tenían un color oro oscuro y brillante y en lo alto, se podía ver unas pequeñas, pero hermosas, estatuas de oro. Eran como ángeles tocando sus pequeños instrumentos. Me fijé en que arriba de las ventanas había unos pequeños arcos que parecen de oro, muy bonitos. El edificio tenía forma de T gigante, en el que la parte delantera era más pequeña que las que salían por los lados, que eran más alargadas. No tenía tejado, pues el techo estaba totalmente liso. Había muchos alumnos caminando alrededor del gran edificio, que reían y jugaban.

-No te preocupes, hermanita, todo esto es real. Y es para nosotros. –me dijo mi hermano al oído mientras me cogía de la mano y me llevaba hacia la entrada al edificio.
-Esperen aquí, señores. Voy a avisar al señor Deblash. –dijo el cochero y se fue hacia dentro.
-¿Quién es el señor Deblash? –le pregunté a mi hermano.
-Es el director del internado. Todo lo que pasa por estas paredes está controlado por él. Julio Deblash, un hombre calculador y muchas veces odioso y frío. Todo el mundo diría, en este caso, que se le tiene cariño. Aquí, nadie dice eso, pues, además de ser un hombre huraño y manipulador, es muy difícil aprobar su asignatura y siempre intenta hacerte la vida imposible. Tiene un hijo aquí, y es el que más lo sufre, aunque no debería de darme pena su hijo. En realidad, es un capullo sin remedio. -finalizó Alex, dejándome con una ligera idea acerca de mi nuevo director.
-Capullo sin remedio. Umm, cada vez más observador por tu parte, Alex.
-Gracias, Rachel, pero solo digo la verdad, -Alex me guiñó un ojo y dejó que mi mente empezara a imaginar quién podía ser ese director.

Podía ser un hombre como el mayordomo de “El Príncipe de Bel Air”, siempre me había gustado imaginar que las personas importantes tienen un cierto aire de elegancia y respeto. El mayordomo lo tiene, aunque no sea alguien importante. Pero por las descripciones que mi hermano realizaba acerca de ese hombre, me costaba imaginar que así fuera. En realidad, esa descripción se asemejaba más a alguien como Lestat en “Entrevista con el vampiro”, malvado, sin escrúpulos y capaz de hacer cualquier cosa por salirse con la suya. En cualquier caso, fuera como fuese, no iba a permitir que alguien como ese tal Deblash, director de lo que ahora era mi nueva casa, hiciera que me acobarde a la primera, sin conocerle.

Mi hermano había ido a saludar a alguien, y sin darme cuenta me había quedado sola con mis pensamientos, aunque Alex no había ido muy lejos. Se podía apreciar su esbelta y alta figura a escasos metros de donde yo estaba que, dándome la espalda, alzaba la voz mientras corría hacia un banco, en el que había un chico sentado leyendo. No podía apreciar bien su imagen, así que decidí acercarme, total, por hacer nuevos amigos, que no falte.
Pasados unos segundos, parece que Alex se acordó de que tenía una hermana pequeña que no tiene ni idea acerca de donde está, así que cogió a su amigo y caminó hacia donde yo estaba, mientras yo me paraba, al ver que ellos venían a mí.
Mi hermano, tan alto como siempre, es un chico de pelo castaño, con unos preciosos ojos negros como el carbón. Si no fuera su hermana, seguro que me sentiría muy atraída hacia él, pues la verdad es que es muy guapo. Su cara de atrevido seductor le delata delante de todo el mundo, especialmente de las chicas, que no se pueden resistir. Lo malo de ser hermana de un chico que podría aspirar a ser modelo, que siempre te comparan con él. Yo, para mi desgracia, no soy tan perfecta como mi hermano. Soy una chica morena, de ojos marrones, esbelta. Tengo el pelo largo y la piel muy blanquita, una de las diferencias claves entre Alex y yo, pues él tiene una piel bronceada. Así, a primera vista, no parecemos tan diferentes, porque, y ahora que estamos solos os voy a contar un secreto, no soy fea. Ni tengo mal cuerpo, pero no me gusta presumir de estas cosas. Y os preguntareis, ¿a qué viene eso de que él es mejor que yo? Pues os cuento.

Los dos hermanos Stuart siempre nos hemos caracterizado por algo, los dos somos amantes de los deportes, en especial del fútbol.
Un chico futbolista, y encima bueno con el balón, guapo y atrevido, es el prototipo que toda chica querría para las navidades.
Una chica futbolista, que también es buena con el balón, irónica, quejita y rebelde, es una de las chicas que todo chico quiere alejado de su vida. ¿Por qué? Por varias razones:
Las chicas como yo siempre tenemos un as bajo la manga, por si algo sale mal. Si esto ocurre, el chico se verá obligado a aceptar su derrota inmediatamente o a pedir perdón. Siempre funciona y eso ellos lo odian.
Somos quejitas y queremos que todo sea perfecto, y ellos no lo son.
Somos incapaces de pedir perdón, es algo que viene del coco.
Somos atrevidas y no nos importa coquetear con otros chicos, aunque también somos celosas.

Solamente se me ocurren dos palabras para definirlos claramente, que son las que todo el mundo utiliza para hablar de nosotras: chicas difíciles.
Pero no podemos hacer nada para cambiar, yo por lo menos.
Alex me miraba con curiosidad mientras yo pensaba en por qué he tenido yo que ser la “difícil” de la familia. Él siempre ganaba, aunque en realidad no me importaba. Le quiero demasiado para enfadarme con él.

-Rachel, este es Matt Burdock, un gran amigo mío. –dijo señalando al chico castaño que tenía delante de mí. –Matt, esta es mi hermana Rachel, de la que tanto te he hablado. –en ese momento Matt se acerco para darme dos besos. Demasiado típico en una presentación.
-Encantado, -dijo mirándome a la cara. En ese momento me di cuenta de que darle dos besos a él no había estado tan mal.

Matt es un chico alto, aunque no tanto como mi hermano, pero sí más que yo. Llevaba en las manos un ejemplar de “El Príncipe de la niebla”, de Carlos Ruiz Zafón. Tiene unos ojos verdes preciosos y su pelo es castaño claro. ¡Y qué cuerpo! Ahora sentía lo que la demás chicas dicen sentir cuando ven a Alex. Esas ganas de, bueno, de comprobar si ese chico atlético y guapo que tenía ante mí era de verdad. Matt me sonreía, y yo le devolví la sonrisa sin pensarlo. Una de las cosas que no he nombrado antes de las chicas como yo es que nos encanta coquetear, aunque con Alex delante era un poco incómodo.

-Lo mismo digo, -contesté yo.
-Bueno, y ¿qué te ha traído hasta este lugar apartado, pero muy bien renombrado? Porque sé que tu hermano repitió por razones que no vienen al cuento, pero tenía entendido que su hermana si estudiaba. –dijo Matt, entornando los ojos.
-Mis padres me han tendido esta trampa. Lo de Alex lo entiendo, él es bobo y debían de tomar medidas, ¿pero yo? Soy demasiado inteligente para compartir clase con él. –Matt soltó una carcajada y yo me reí con él, mientras Alex me miraba con cara de asesino.
-Bien, ya veo que el sentido del humor viene de familia, -dijo Matt dándole un codazo a Alex.
-Ja, ja, ja y ja. ¡Qué graciosa que eres, Rachel! Me parto contigo, -dijo Alex, haciéndose el estúpido.
En ese momento alguien salió por la puerta del gran palacio. Nos habíamos alejado unos cuantos pasos y la sombra que salía del gran edificio venía directamente a nosotros.
-Ya está aquí el manda más, -me dijo Alex al oído.
El hombre que apareció por la puerta era un hombre de unos cuarenta años, aunque muy atractivo para ello. Era moreno, y tenía unos ojos negros muy, pero que muy bonitos. Es muy musculoso y atractivo y tenía un caminar muy bonito.
-Ya veo que está usted conociendo a gente nueva, señorita Stuart. –dijo el hombre extraño mientras se acercaba a mí. –Soy Julio Deblash, el director del St. Gaifen. –el señor Deblash echó la mano, mientras me miraba. –Señorito Stuart, es un placer tenerle aquí de nuevo con nosotros, -añadió mientra también saludaba a mi hermano. –Yo estoy muy liado ahora, pero veo que está usted en una excelente compañía al lado de estos dos jóvenes. –esta vez se dirigía a mí. Mientras hablaba me di cuenta de que tenía una voz demasiado forzada, como si esto no le agradara demasiado. Ahora me daba cuenta de que lo que decían era cierto, era una persona demasiado falsa, porque miraba con mucho desprecio a Alex y a Matt. –Me gustaría, señorito Stuart y señorito Burdock, que le enseñaran el internado a la joven y que trataran, sobretodo, de hacer que esté lo más cómoda posible, lo digo, especialmente, por usted, señorito Burdock. Quiero que este curso lo empecemos bien, y lo acabemos mejor. Ahora, si me disculpan, debo de retirarme a atender asuntos más importantes. –y con un leve gesto con la cabeza, se fue.

Desde que el director se había ido, ese aire tenso había desaparecido. Probablemente, igual que vino con él, se fue con él.
Era demasiado frío y su voz era demasiado falsa, con un tono de superioridad que no se podía evitar. Aunque en realidad no había sido tan malo como me esperaba.

-Interesante, -dijo Matt cuando ya no había rastro de él.
-¿El qué? –le pregunté sorprendida.
-La forma en que te ha tratado, supongo. –contestó él. –Normalmente utiliza algún comentario grosero para referirse a los nuevos, pero contigo ha sido diferente. Es extraño… -Matt se quedó muy pensativo, como si ni Alex ni yo estuviéramos presentes. Pero hubo un momento en que se dio cuenta de que le estábamos mirando, así que nos miró, uno por uno. –Vamos, hay que enseñarte esta cárcel.
-¿Cárcel? Esto es inmenso y parece un palacio en vez de una cárcel. –le contesté yo.
-¿Palacio? –Matt miró a mi hermano riéndose entre dientes. -Pronto me entenderás.



* * * * *



Matt se comportó maravillosamente mientras me enseñaba el internado. No paré de reír con sus bromas acerca de cada persona que pasaba a nuestro lado. Se sabía su vida entera, sus amores y sus cotilleos. Pero me extrañó mucho como se calló cuando pasamos por delante de un chico moreno. Estaba de espaldas y no le pude ver la cara, pero fue del único del que Matt no dijo algo. Mi hermano le miraba de forma cómplice, mientras yo no me enteraba de nada. Decidí que si algún día él quería contarme algo sobre ese chico, me lo diría, pero que ahora no era el momento.
El internado me seguía pareciendo algo espectacular, como un gran palacio, un sitio demasiado grande para alguien como yo. Era como un sueño.
La excursión a través de todo duró algo más de media hora en la que lo pasé muy bien. Matt y Alex me explicaron todo lo que tenía que saber acerca de los profesores, los grupos de amistades, el comedor, las normas y una de las cosas que más me interesaron, el equipo de fútbol femenino. Sé que es muy raro que a una chica le guste esta clase de deporte, pero así soy yo. Aunque ahora a muchas chicas normales y corrientes les gusta, igual que a mí. Matt es un centrocampista nato y mi hermano es la banda derecha y el capitán del equipo. Los dos se complementan bastante bien y, además, son los mejores amigos que se pueden encontrar.

El paseo, la verdad, se me hizo demasiado corto, y pronto llegamos al segundo piso (el edificio constaba de la planta baja, primera planta y segunda planta), que es donde se encuentran los dormitorios.

-Queda poco para la hora de comer e imagino que tus maletas estén en tu habitación. Para encontrar tú habitación debes de mirar los nombres que hay al lado de las puertas. Donde esté el tuyo, esa será tu habitación. –me explicó mi hermano mientras le daba a Matt un codazo. –Nosotros debemos de irnos a nuestra habitación también, así que ahí te dejamos.

Mientras se alejaban me di cuenta de que Matt no quería irse. Tuvo que cogerle mi hermano el brazo para que se fueran y cuando estaban a punto de desaparecer, Matt miró atrás y me sonrió. Gracias a Dios mi hermano no se dio cuenta de que Matt había hecho eso, porque entonces es cuando los amigos hubieran peleado.
Mi hermano siempre había sido muy celoso con mis novios, siempre he tenido que intervenir para que no les matara. No es que diga que Matt puede ser mi novio, solo que hemos estado coqueteando. ¡Y a mi hermano no se le ha pasado por alto! Ha mirado varias veces a Matt con una expresión “cierra la boca”. Y a mí con cara de asesino o con cara de “¿Por qué a mí?”. ¿Es que ha sido tan obvio? Creo que me he portado, tampoco ha sido para tanto. Quizá varias miradas atrevidas y cosas de esas, pero teniendo en cuenta de que el que ha estado presente es Alex, el Rey de la seducción (como él mismo se dice), es normal que se haya dado cuenta. Pero bueno, ahora no es tiempo de pensar en Alex, ni siquiera en Matt... ¿pero como dejar de pensar en ese chico? Si hubiera una forma, yo ya la habría encontrado. Es tan…perfecto. Simpático, agradable, gracioso y muy guapo. ¿Se puede pedir algo más? Además, ha estado coqueteando conmigo, aunque no debería hacerme muchas ilusiones.

Dejé de pensar en todo lo que me quedaba por delante para concertarme en el gran pasillo que tenía delante de mí. El suelo de esta parte del internado era de parqué. Las paredes era de un color oro tirando para marrón que, la verdad, es muy bonito. Había varios cuadros con diferentes paisajes, uno de una playa, otro de animales corriendo...y el último antes de llegar a un pasillo cruzado. En este se podía apreciar el internado St. Gaifen dibujado con acuarelas, desde una toma al amanecer. Era realmente precioso. La magia que cuando llegué aquí se apoderó de mí y me lleno e incluso pude dejar de pensar en Matt por un momento. Me sumergí por completo en ese preciado cuadro de un artista desconocido, pues no había ninguna firma.
Pero de pronto una voz sonó detrás de mí.

-Realmente precios, ¿no es cierto? –dijo esa voz preciosa que esta justo detrás de mí. Me giré para presenciar al individuo que me estaba hablando cuando me di cuenta que él estaba más cerca de lo que yo había imaginado. En cuanto giré pude ver una camiseta negra con un estampado blanco. Alcé la vista y entonces el tiempo se paró. Unos ojos azules me miraban interesados y la persona que los portaba, el chico más guapo que mi mente recordaba me miraba a mí. Estábamos tan cerca que pude sentir su aliento. Al principio me había parecido muy alto, pero lo que había pasado entonces era que yo miraba el suelo. Pero ahora sabía que si me acercaba un poco más al chico misterioso sus labios y los míos se rozarían. El chico misterioso era moreno, y como ya he dicho, tenía unos ojos azules irresistibles. –Fue pintado hace Dios sabrá, y desde que yo me acuerdo adorna estas paredes. –el chico sonreía mirando al cuadro y cuando terminó de examinarlo, se apartó un paso y me miró a mí. -¿Quién eres? Nunca te había visto por estos lugares.
-Soy Rachel, y sí, soy nueva. Acabo de llegar, -aunque hablar y concentrarme en otra cosa que no fuera esa cara perfecta era demasiado para mi mente, lo hice. -¿Y tu? ¿Quién eres?
-Muy pronto lo sabrás. Ahora no es el momento de mi presentación. Adiós –y se fue igual de cómo había venido, silencioso y con una sonrisa en los labios y así me quedé yo, sin el nombre de ese chico misterioso y con la ligera idea de que eso era un sueño.

5 comentarios:

MCHZ dijo...

Está interesante la cosa... Creo que voy a seguirla.

María_Reyes dijo...

Muchas Gracias! :D

Kleon dijo...

Wolas, ha estado bien este primer capitulo y la aparición del chico misterioso ha puesto las cosas interesantes

MCHZ dijo...

Sí, estoy de acuerdo con Kleon, es un buen final para el capítulo porque te queda la duda de saber más...

María_Reyes dijo...

Me alegro de que os guste! ^^
Y gracias, Kleon, por lo del fallo ;)
Si veis mas, avisarme! :D

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