viernes, 15 de enero de 2010

Capítulo 9

























Capítulo 9

La noche de la hoguera

Rachel

-Vamos, chicas, os esperamos en la puerta que da al exterior. ¡No tardéis! –dijo Alex riéndose.

-¿Estás hablando en serio, Alex? ¡Son mujeres! Seguro que tenemos que esperarlas hasta que nos den las tantas, -contestó Enrique, ese chico que también iba en la pandilla. En estos días había conocido al compañero de habitación de Enrique, Eloy. Él es un chico reservado, y no hemos hablado mucho. Carlota me dijo que con el único que había congeniado había sido con Enrique. Esta noche Eloy no se venía. Enrique había dicho que se había ido a pasar el día a la cuidad con sus padres. Así que esta noche estábamos Alex, Matt, Enrique, Carlota, Narcisa y yo. Solos antes el peligro. Eso mismo dijo Carlota antes de cenar. Y yo le pregunte que cuál era el peligro. Ella me dijo que se llamaba Robert y que tenía unos preciosos ojos azules.

-¿De qué estás hablando, majo? Nosotras podemos subir a la habitación y cambiarnos de ropa, arreglarnos y maquillarnos y estar aquí antes que vosotros. –dijo Carlota riéndose.

-No te creo –mi hermano se adelantó y se puso enfrente de ella.

-¿No? ¿Qué te apuestas a que estoy antes que tú aquí abajo, cambiada y maquillada a la perfección? El que gane, tendrá a su disposición al perdedor durante una semana. –dice Carlota mirándole fijamente. Yo miro a Narcisa y me río en silencio. Ella hace lo mismo.

-Trato echo. –se dan la mano. –Te aseguro que te voy a ganar.

-Más quisieras, -le contesta ella.

-¿Queréis parar? De verdad, sois como críos, -dice Matt. Le miro. Sigue tan guapo como siempre. No hemos vuelto a estar a solas, ni quiero. Él me devuelve la mirada. Esta noche está muy raro, más raro que de costumbre.

-Venga, vámonos. Hoy alguien va a perder. –dice Alex, mirando a Carlota. Luego le guiña un ojo, se da la vuelta sonriente y se va. Ella le saca el dedo y se gira dispuesta a irse. Igual que dos críos.

Vamos andando y en cuanto nos despedimos en el pasillo, Carlota sale corriendo, mientras se ríe. Nosotras salimos detrás de ella, y la alcanzamos.

-Verás cuando gane al idiota de Alex, ¡tendrá que hacer lo que yo diga al menos durante una semana! –y sigue riéndose mientras entra en la habitación. Carlota va derecha al baño.

-¿Y qué le pedirás? ¿Qué te lleve a la cama? –bromea Narcisa cerrando la puerta. Carlota saca su cabeza del baño y repite el gesto con el dedo. Yo me río.

-Venga, lentas, tenéis que empezar a vestiros, ¡tengo que ganar! –Carlota sale del baño solo con la ropa interior y va a su armario, de donde saca una camiseta azul marino, una minifalda de las que cortan la respiración y unos zapatos azules marino.

-La que ha apostado eres tú, -le digo yo,- nosotras podemos tardar el tiempo que queramos. –Y en unos segundos Carlota ya está vestida. Vuelve a ir al baño para maquillarse.

-¿Os queréis perder la cara que pondrá Alex cuando vea que ha perdido? –se vuelve a reír.

-Más bien cuando vea al diablo con tacones y con minifalda. –dice Narcisa, que está sacando su ropa. Yo abro mi armario y empiezo a remover mi ropa. Hoy no hace frío así que… ¡Aquí está! Saco el vestido verde que me regalaron en mi último cumpleaños. No he tenido el tiempo suficiente de estrenarlo, así que esta noche le toca. Voy hacia el baño, y Carlota ya está arreglada. La miro y sonrío. Parece como si no hubiera tardado cinco minutos en arreglarse.

-Adiós, chicas, luego nos vemos. –y vuelve a salir corriendo. Narcisa y yo nos reímos mientras nos vestimos.

-¿Crees que esos dos terminaran esta noche bien? –me pregunta ella.

-¿Bien? ¿En qué sentido? ¿Si terminarán juntos? –ella asiente. –No se. Carlota está por la negativa, aunque mi hermano está deseando. –yo me río y salgo del baño ya vestida.

-¿Y tú? –dice Narcisa mirándome. –Ese vestido lo dice todo: hola, busco chico que sepa como se quita este vestido. –y se ríe.

-¿Crees que es excesivo? –le pregunto. –Tampoco es tan corto. Carlota va peor.

-Para Matt no será excesivo, -yo pongo los ojos en blanco. –O para Robert. –ella me mira, y ya no existe esa sonrisa en sus labios.

-Narcisa, yo no sabía que tú habías estado con él... -y se ríe.

-No lo digo por eso. Lo digo por tu bien. Yo ya no siento nada por Robert, -la miro, sin saber si creérmelo. -¡Lo digo en serio! Robert ya no me importa. Pero tú deberías de tener cuidado con lo que haces. Él puede ser el chico más divertido del mundo, el más ingenioso, pero también el más cabrón y el más capullo. Ten cuidado.

-Lo tendré en cuenta.

-Entonces, ¿has quedado con él esta noche? –yo la miro, y rápidamente le cuento todo lo que ha pasado con él. Lo de la tarde, y lo de la noche. Y cada vez veo como sus ojos se hacen más grandes.

-Y nos despedimos, bueno, no nos despedimos, yo me fui y punto. –silencio, ella está sumiendo las cosas, y yo me río.

-Me has dejado K.O. Aunque no me creo la fachada que Robert te ha presentado. Algo es claro: tú le gustas, y eso puede ser muy bueno y muy malo. –ella me mira, muy seria, el rato de diversión ha pasado, -te lo digo en serio, Rachel, él es peligroso. Ten cuidado esta noche.

-Narcisa, ¡pareces mi madre! –yo me río. -¿Qué peligro puede tener él? No digas tonterías.

Y ahí queda nuestra conversación. Terminamos de arreglarnos rápidamente. Narcisa se ha puesto una camiseta blanca y naranja y unos pantalones cortos. Va muy graciosa. Salimos al pasillo y pronto llegamos a la puerta que da al exterior. Allí ya están todos esperando. Carlota tiene cara seria, y yo sonrío cuando la veo: ha perdido. Narcisa también se da cuenta y empieza a reírse.

-¡Tanta prisa para nada! ¿Ves? Al final has perdido. –Alex se ríe y se acerca a mí.

-Vaya, hermanita, esta estupenda. –yo sonrío. Él lleva una camisa azul celeste y negra y unos vaqueros.

-Tú también, aunque sigues siendo igual de feo, -nos reímos y entonces nos unimos a los demás. Hay saludos y risas entre nosotros. Y luego nos dirigimos al lago. Hoy es noche abierta y no hace frío.

Carlota está de morros y Alex va detrás de ella, hablándole al oído. Ella intenta que no se le note, pero no puede ocultar su sonrisa. Ellos cada vez están más cerca el uno del otro, sus cuerpos se rozan lentamente, y ella ya no le evita. Yo me alegro por ellos. Dentro de poco les tendremos juntos. Sonrío y desvío la mirada, y me encuentro con la mirada de Matt. Él rápidamente aparta sus ojos de mí, y yo me acerco a él.

-¿Tienes miedo de mirarme? –le susurro. Le veo sonreír entre las sombras.

-Yo nunca tengo miedo. –me contesta.

-No te creo. No se porqué ya ni me miras, ni me hablas, no lo sé, Matt. Pero no quiero estar así. Yo estaba enfadada. Me habías hecho creer que la culpa era mía. Pero ahora el que aparta la mirada eres tú.

-No intentes comprender lo que no tiene sentido. No intento hacerte creer nada. La culpa de que yo no te besara otra vez no la tiene nadie.

-¿Besarme otra vez? ¿Es que los tíos no pensáis en otra cosa? Yo estoy hablando de que pasas de mí, Matt.

-No paso de ti…

-Si pasas de mí… ¡encima no lo niegues! –le pego un pequeño puñetazo.

-¡Yo por lo menos no me tomo esto a broma! –él se ríe.

-Tú pasas de mí, después de besarme y hacerme creer que todo irá bien, cuando el primero que sabe que eso no es verdad eres tú.

-¿Ves? Tú también has sacado el tema del beso.

-¿Quieres parar de esquivar el tema, Matt? Quiero hablar de esto. Después de lo que pasó entre nosotros tú te distanciaste, y no lo entiendo.

-Es demasiado complicado. –él me mira. Yo aparto la mirada y me encuentro con que mi hermano nos mira. Nos hemos apartado de los demás, y Alex se ha dado cuenta. Carlota aparece a su lado y le dice algo y él se da la vuelta. –Rachel, créeme cuando te digo que si pudiera estaría contigo. Que el otro día fue mágico para mí. Pero cuando uno se para a pensar ve cosas que no están bien.

-Matt, yo no te he dicho que estés conmigo. Solo quiero que no te alejes. Solo te estoy diciendo que seamos amigos.

-Yo nunca podría ser amigo tuyo… -él me mira intensamente, y por un momento creo que me va a volver a besar, pero se para. –Pero lo intentare, si eso es lo que quieres. –Matt sonríe tristemente y yo suspiro.

-Sí, eso es lo que quiero. Y ahora vamos a la fiesta. –yo me doy la vuelta y empiezo a andar. Él no me sigue, se queda parado, y yo regreso con los demás. Narcisa me mira y yo le lanzo una mirada tranquilizadora. Todo ha salido bien, más o menos. Esto debería haber sido así desde un principio. Pero yo misma no me lo creo, dentro de mí sé que he sido dura, y una borde.

-Vamos, -dice Matt detrás de mí. –Necesito un poco de alcohol. –Alex le pasa el brazo por el hombro y Matt hace lo mismo. Ellos van juntos, los más adelantados de todos. Narcisa se está riendo de Carlota mientras ella intenta ignorarla, pero las dos terminan riéndose. Yo voy a su lado, y de vez en cuando intercambio algo con ellas, pero no me encuentro aquí. Estoy muy lejos, en una cabaña, con Robert. Allí es donde me gustaría estar. Esta noche le veré, me dijo que iba a estar en las hogueras. Es extraño que tenga tantas ganas de verle. Entonces vuelvo a pensar en Matt, en todo lo que ha pasado y me siento mal.

Llegamos al lago. Hay mucha gente, y apenas puedo reconocer a nadie. La hoguera esta en medio de todo, es como el centro de universo. Se oye música, y parece como si el fuego bailara al son de los compases. El gran fuego es uno más, deseoso de encontrar un lugar en el que sentirse bien. Los adolescentes se mueven si parar, hablan, cotillean y no paran de bailar y beber. La noche es preciosa, llena de estrellas, sin los humos de la ciudad. Estar en plena naturaleza tiene sus ventajas.


Nos acercamos un poco más al fuego. La hoguera es enorme, y en su interior se puede ver la leña, y algunas sillas y mesas viejas. No hay mucha gente a su alrededor, al fin y al cabo estamos acabando el verano. En el agua hay gente bañándose. Se oyen risas y algunos insultos. Seguro que todo el internado está aquí metido. Me pregunto quién habrá organizado todo esto.

Mesas llenas de comida y bebida, y una en especial para la música. Un chico con una gorra es el que pone la música mientras baila. Y en menos de un segundo mi hermano, Matt y Enrique han desaparecido. Carlota hace un comentario brusco acerca de Alex y Narcisa y yo nos reímos.

-Esperad, voy a por algo de beber, -dice Narcisa y se pierde entre la multitud. Yo miro a Carlota y sonrío.

-¿Ves algo que te guste? –me pregunta ella.

-¿Yo? –me río. -¡Qué va! No vengo por eso. -Entonces vuelvo a ver a mi hermano, que está hablando con una chica rubia muy guapa. –Aunque creo que tu deberías de estar atenta –le señalo a la chica rubia. –Te van a quitar la mercancía.

-¿Llamas a tu hermano mercancía?

-No me cambies de tema. Y no seas tonta, mi hermano no es la peor persona del mundo. Sé que la cagó, pero se lo esta currando.

-Sí, especialmente hablando con la rubia. –le cojo del brazo y voy adonde está Alex. Y entonces veo a Matt bailando con una morena. Carlota también le ve.

-Parece que no eres a la única que se le va la mercancía. –Carlota se acerca a Alex y le besa. La chica rubia los mira, con la boca abierta, y yo no puedo aguantarme la risa. Alex, al principio, no se mueve, pero luego se nota como disfruta del beso. Carlota no se aparta de él hasta que la chica rubia se va. Y yo me río aún más.

Entonces noto una mano que me agarra el brazo por detrás y que me arrastra. Dejo de reír y me doy la vuelta. Y me encuentro con los ojos azules más hermosos que ha habido sobre la tierra. Veo que Robert sonríe y yo le sonrío también.

-¿Qué pasa? ¿Tienes que secuestrarme otra vez?

-Creo que quieres venir tu solita…

-¿Sí? –vuelvo a ver a Matt y a la chica morena, y cojo a Robert de la mano. –Vamos a bailar, -le digo. Robert lleva unos vaqueros oscuros y una camisa blanca, que le hacen aún más sexy de lo que ya era. Él se adelanta y me atrae hacia él mientras una nueva canción hace su presencia. Y nos volvemos el centro de todo. Nos reímos y seguimos bailando, mientras todo el mundo nos mira. Y yo me olvido de Matt, de mi hermano, de la chica morena y de la rubia. Me olvido de todo. Solo Robert y yo.

Después de cuatro canciones, ponen una canción lenta y bajan las luces. Todo está más oscuro. Robert me acerca a él y veo que sonríe.

-No te lo he dicho, pero estás muy guapa. –me susurra Robert en la oreja.

-Eres un pelota… -me río, mientras él me da la mano y hace que gire.

-Solo digo la verdad… Yo nunca miento. –Yo le miro con la ceja torcida. –Bueno… solo a veces. –nos reímos. La canción termina, y deja paso a otra más movida. Todos empiezan a moverse más rápido. -¿Quieres algo de beber? Yo estoy sediento. –yo asiento, y él sale rápidamente de la pista de baile.

Él va a una de las mesas donde está la bebida y se llena un vaso de agua.

-Robert Deblash, el chico peligroso solo bebe un vaso de agua en una fiesta. –me río y me lleno otro vaso de agua.

-No me gusta el alcohol. –se ríe. –A mí no me hace efecto.

-¡Anda! ¡Mentiroso! Es imposible que el alcohol no te haga nada.

-No miento, ya te lo he dicho antes. Yo nunca miento. –se termina su vaso de agua y lo aplasta. -¿Por qué no nos vamos a otro sitio más… privado?

-Cuando hablas así es mala señal –me río. Él me coge la mano y se va por detrás de las mesas.

-Ahora vas a cerrar los ojos…

-¿Para qué? –seguimos caminando, mientras nos adentramos en el bosque.

-Lo siento, Rachel, pero no puedo enseñarte cómo llegar adonde vamos. Es demasiado para una humana como tú. –yo me río, y él se hace el serio, pero termina riéndose.

-¿Una humana como yo? ¿Tú que eres? ¿Un demonio, o qué?

–Venga, no te hagas de rogar y cierra los ojos. Al final valdrá la pena. –yo me doy por vencida y cierro los ojos. –Bien, vamos. –Empezamos a andar y él me dice cuando tengo que girar y cuando seguir recta. -¡Cuidado Rachel, un escalón! –me paro y alzo la pierna, pero no encuentro donde pisar, así que me caigo. Robert, rápidamente me coge de la cintura, evitando el golpe, mientras se ríe. Y entonces me doy cuenta de que no había escalón ninguno.

-¡Eres un traidor! –le pego en el pecho. – ¡Y un mentiroso! No hay escalón, ¿verdad? –él me coge las manos, mientras sigue riéndose y me quita la venda.

Al principio, no veo nada. Todo está oscuro. Pero luego empiezo a ver sus ojos, que relucen en la oscuridad. No me cansaré de mirar esos ojos. Desde el primer momento, delante de aquel cuadro, me quede embobada cuando me miraron. Me atraparon. Y todavía lo siguen haciendo. Robert me coloca el pelo y sonríe. Y su sonrisa también reluce en la noche.

-No te preocupes, no te dejaría caer. Jamás dejaría que te cayeras.

-Ya, claro. Lo dice un mentiroso profesional. –él me coge las manos mientras sigue sonriendo y una corriente me recorre por todo el cuerpo cuando sus manos tocan las mías. Nuestros cuerpo están pegados, y cada vez hay más intensidad en nuestras miradas.

-¿Sabes? –dice Robert apartándose un poco. –Creo que este internado será mucho más interesante con tu llegada. Todo era demasiado aburrido antes. Tú y mi hermano habéis hecho que valga la pena estar aquí.

Entonces todo dentro de mí se mueve. Mi mente no es capaz de decir nada, mientras piensa en todo lo que ha dicho Robert con esas pocas palabras.

-Me alegro de servirte de entretenimiento, -le digo sonriendo. Entonces le cojo de la mano, y antes de que pueda decir algo, tiro de el. –Quiero que me enseñes ese lugar. Y se está haciendo tarde, así que nada de hablar hasta que lleguemos.

Robert se adelante, y ahora es él el que tira de mi. Yo no veo nada. Seguro que él ha hecho miles de veces este recorrido. Y seguro que se ha traído a miles de chicas a este lugar secreto.

Y llegamos a un pequeño castillo que por su imagen, tiene que tener muchísimos años. No es como esos castillos de la televisión, que son enormes y han sido todos reformados. Este es antiguo, y más hermoso que los otros.

-¿Cuántas chicas te han acompañado hasta aquí? –le pregunto mientras pasamos por la puerta del castillo. Por un momento hay silencio, pero luego se decide a hablar.

-Tú eres la primera. –Robert lo dice muy serio, como si no quisiera hablar.

-¡Anda! Seguro que todas tus chicas han venido aquí.

-Pues no. –Robert me mira, y yo me quedo en silencio. -¿Decepcionada?

-No, sorprendida. Es muy raro que no las trajeras aquí. Es un lugar maravilloso. –Subimos unas escaleras que dan a la azotea y nos quedamos parados.

-Espera aquí. Voy a por unas cosas. –Robert se da la vuelta, y cuando está a punto de irse se gira hacia mí. Veo que sonríe. Se acerca y me sonríe. Por un momento creo que se me va a parar el corazón –Gracias por venir. La oscuridad de la noche es más agradable contigo. –Se da la vuelta y se va.

Pasan varios segundos hasta que vuelvo a respirar. Por un momento pensé que iba a besarme. Aunque eso no es lo que buscó. Me toco el pelo, peinándomelo, mientras una brisa de aire ayuda a los pelos rebeldes a escapar. Vuelvo a mirar a mí alrededor, y todo me parece más maravilloso que antes: un castillo, en el centro del mundo, en una noche llena de estrellas. Un cuento de hadas, vaya. Y a mí nunca me gustaron esos cuentos. Me río para mí. Siempre odié las princesas que no tenían uso de la razón, y que simplemente pensaban en casarse con un príncipe, que siempre las rescataba, y que era guapo y apuesto. Y mira por donde, ahora estoy yo aquí, en la cima del mundo, con un chico peligrosamente atractivo, al que quiero besar, cosa que no estaría bien. ¿Y cuándo me importó a mí que es lo que estaba bien y que es lo que estaba mal? Yo creo que nunca. Este internado tenía atrapada a mi otra Rachel. Y yo estaba apunto de sacarla. Solo tenía que aparecer Robert, acercarme a él y besarle. Y otra vez, la chica rebelde que estaba en mi interior empezaba a ganarle sitio a la que se había puesto en su lugar cuando llegué aquí. Robert vuelve a aparecer, y yo me acerco a él. Cada vez que lo miro, creo que está más guapo. Y cuando me decido a hacer algo, él me impresiona. En la mano lleva una cesta de camping y un mantel.

-¿Me echaste de menos? –dice sonriendo. Yo no puedo contestar, porque el Robert que yo me había hecho en la mente había sido sustituido por otro mucho mejor: es un chico creído, sí, pero con un encanto natural. En ese momento, las ganas de besarle aumentaron.

-No, he estado pensando en lo que me dijiste de la oscuridad. Una noche de hogueras debería traer alegría, ¿no?

-¿Alegría? –Robert se ríe, mientras empieza a colocar el mantel en el suelo. –Si eres una bruja a las que le gusta hacer conjuros alrededor de la hoguera quizá.

-Vamos, no te pongas en plan: soy el rey del mundo, mira que guay soy. –le digo arrendándole. Él se queda muy serio y me mira.

-Rachel, yo soy así. Búscate a otro en Google que intente superarme.

-¿Superarte en qué? ¿Engreído, sin escrúpulos, y un poco cabroncete de vez en cuando? Seguro que es fácil de encontrar. Todos los tíos tenéis algo de capullos en vuestro interior.

-Y todas las tías tenéis algo de arpías que os hace… complicadas.

-Y terriblemente sexys. Ningún chico podría vivir sin mujeres.

-¡Claro! Pregúntaselo a Alejandro Magno. Seguro que estaría encantado de vivir solo con hombres.

-Los verdaderos placeres de la vida vienen en pequeños frascos, ¿lo sabías? Estar rodeado de hombres sería insoportable incluso para una persona como Magno.

-Vale, ¿por qué no dejamos de discutir de las preferencias sexuales de Alejandro Magno y nos dedicamos a comer? La idea me atrae muchísimo más. –Robert me coge de la mano y se sienta en el mantel. Yo me siento a su lado –Luego te quejarás… pero he traído un mantel y todo para que no te manches…

-Yo solo me quejo cuando intentas hacer que me caiga al suelo… -él abre la cesta y empieza a sacar bocadillos.

-¿De qué lo prefieres? ¿Paté? –Robert me pasa un bocadillo y yo le miro con los ojos abiertos.

-Ya decía yo que esto era demasiado…

-¿Demasiado? ¿Crees que he traído muchos bocadillos?

-No, creo que era demasiado perfecto como para traer una cena en condiciones. Se me había olvidado que eras un chico… -cojo el bocadillo y empiezo a comer. Robert se acerca y le pega un mordisco a mi bocadillo mientras me mira.

-¿Qué creías que era? Si no te has dado cuenta… -y se mira el paquete.

-¡Eres gilipollas! –Robert se ríe, y vuelve a quitarme otro trozo de bocadillo.

-Me has llamado nenaza y gilipollas. Creo que no debería de haberte preparada esta magnifica cena.

-¡Magnifica cena y una mierda! –veo que él va volver a por mi comida, así que le aparto el bocadillo de su vista. –Y deja mi comida en paz. –Los dos nos reímos y él se acerca un poco más. Yo sigo comiendo, y cuando me doy cuenta, me quita el bocadillo y se lo termina él. Vuelve a sacar otro, y nos lo comemos entre los dos, mientras charlamos de todo y de nada.

Él me habla de su madre, de la relación que tiene con su padrastro, y de su hermano. Y seguimos comiendo, y bebiendo. A veces pienso en qué estarán haciendo los demás, si ya estarán borrachos, o si habrán bailado mucho. Pero no me da envidia cuando miro a Robert. Él me habla de California, de la vida que le gustaría llevar. Y de su padre.

-Me gustaría recorrer el mundo. –Robert tiene la mirada soñadora, y por un momento no queda rastro de ese chico del que todos hablan.

-¿Y por qué no lo haces? No digo ahora, pero cuando termines los estudios, podrías irte, podrías huir de tu padre.

-¿Huir de mi padre? –él sonríe tristemente y entonces me mira. –Eso es imposible. Si yo pudiera hacerlo, ya no estaría aquí. Estaría muy lejos, donde nadie pudiera encontrarme. –Robert aparta la mirada, mientras observa las estrellas. Luego vuelve a mirarme intensamente, y vuelve a atraparme con sus ojos. –Eres de las pocas personas con las que puedo ser yo mismo. –sigue mirándome mientras me acaricia la mejilla, lentamente. Entonces acerca su cara a la mía y me besa. Pero no de una forma tierna, como lo hizo Matt, sino con pasión. Sus besos son cada vez más intensos. Jamás nadie me había besado así. La intensidad con la que Robert hace las cosas, como camina, como mira, como actúa… y como besa. Jamás pensé que alguien pudiera hacerme sentir tantas cosas a la vez.

Nos apartamos para respirar, mientras seguimos mirándonos. Ya no hay burla en sus ojos, como cuando me tapó los ojos. Solo hay ganas de más. Y por lo que veo, creo que yo también le miro así.

-No sabes las ganas que tenía de hacer eso… -Robert se vuelve a acercar y me besa, terminando con un leve mordisco en el labio inferior mientras sonríe.

Entonces el tiempo se para. En toda la noche no volvemos a besarnos, pero nada sería capaz de borrar la sonrisa de nuestros rostros. No hacemos ningún comentario, no lo necesita. Simplemente seguimos hablando de todo lo que nos gusta…

* * * * *

-Gracias por acompañarme.

Son las cuatro y media de la mañana. Las hogueras terminaron hace ya dos horas, y yo llego demasiado tarde a mi habitación.

Robert está apoyado sobre la pared, mirándome muy serio. En toda la noche no le había visto tan serio.

A pesar de que me mira, parece como si no se fijara en mí. Es como si mirara más allá.

-¿Robert? ¿Estás bien? –le preguntó.

-¿Qué? Hem… Sí, creo. –yo le miro atentamente. –No te preocupes, será el sueño. Ya es tarde. Además, me ha parecido oír a mi padre por aquí.

-¿Oír a tu padre? –le miro extrañada. Es imposible que haya oído a su padre, yo no he oído nada.

-¿He dicho oír a mi padre? –se ríe. –Me refería a que creo que está por aquí, vigilando todo eso de las habitaciones… ya sabes. Debería de irme…

-Claro… -Robert se acerca y me aparta un mechón de pelo de la cara. Y me vuelve a besar. Pone sus manos en mi cintura, pegándome a él. Y una corriente eléctrica estaña en cada movimiento, en cada roce o caricia entre los dos. Él se separa un poco, y junta su frente con la mía.

-¿Qué voy a hacer contigo? –dice, mientras cierra los ojos, mas bien para sí mismo que para mí.

-No te compliques. Nos estamos conociendo. –abre los ojos rápidamente, y sonríe.

-Como quieras. Odio las complicaciones. –vuelve a besarme, y se aparta. –Deberías irte a la cama. Las chicas como tú no están seguras a estas horas.

-Si hay chicos como tú alrededor, no estamos seguras nunca.

Robert se va, riéndose, y yo vuelvo a mi habitación. Hoy ha sido la noche más extraña y maravillosa que he vivido…

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